La Quimera del Equilibrio Bilateral: Por Qué la Obsesión por Balanzas Comerciales Individuales Es un Error Conceptual

En el debate público contemporáneo sobre economía internacional, y con particular énfasis durante ciertos periodos políticos recientes, ha cobrado notable prominencia la idea de que la salud económica de una nación, como Estados Unidos, depende crucialmente de alcanzar un equilibrio en su balanza comercial con cada uno de sus socios comerciales. Esta noción sugiere que un país "pierde" si importa más bienes y servicios de otro país de los que le exporta, generando un déficit bilateral que debe ser corregido, idealmente hasta alcanzar una paridad exacta. Sin embargo, esta perspectiva, centrada en el equilibrio comercial bilateral obligatorio, representa una simplificación excesiva y, en última instancia, una falacia que ignora la naturaleza intrínsecamente multilateral y compleja del comercio global moderno.
El propósito de este análisis es exponer con rigor por qué esta visión es conceptualmente errónea. Para ello, recurriremos a un modelo simplificado de intercambio económico, una alegoría que ilustra el principio fundamental en juego, antes de extrapolarlo al funcionamiento real del comercio entre naciones.
Consideremos una microeconomía compuesta por tres agentes económicos especializados: una programadora informática, un peluquero y el propietario de un supermercado. La programadora requiere los servicios del peluquero y le remunera por su trabajo. En esta transacción específica, se establece un flujo unidireccional de valor: la programadora "importa" un servicio y el peluquero lo "exporta". No obstante, el peluquero puede no tener necesidad inmediata de los servicios informáticos que ofrece la programadora. Si aplicáramos estrictamente la lógica del equilibrio bilateral, nos encontraríamos ante un aparente desajuste: la programadora presenta un "déficit" con el peluquero, y este último un "superávit" con ella. Exigir un equilibrio aquí implicaría forzar al peluquero a adquirir servicios informáticos innecesarios, una acción económicamente ineficiente y artificial.
El flujo económico, sin embargo, no se detiene en esta relación diádica. El peluquero, con los ingresos obtenidos (incluidos los de la programadora), necesita adquirir bienes de consumo. Acude al supermercado local y realiza compras, transfiriendo así parte de su liquidez al propietario del establecimiento. Nuevamente, en esta relación bilateral entre peluquero y supermercado, no hay garantía de equilibrio perfecto; es plausible que el peluquero compre más en el supermercado de lo que el dueño del supermercado gaste en servicios de peluquería.
La dinámica se completa cuando el propietario del supermercado, buscando optimizar la gestión de su negocio (inventarios, contabilidad, etc.), requiere soluciones informáticas. Para ello, contrata los servicios de la programadora original, remunerándola por su trabajo especializado. De este modo, se cierra un circuito económico: el dinero que inicialmente fluyó de la programadora al peluquero, y de este al supermercado, retorna finalmente a la programadora.
El punto crucial de esta alegoría es que, aunque ninguna de las relaciones bilaterales (programadora-peluquero, peluquero-supermercado, supermercado-programadora) esté necesariamente en equilibrio, el sistema en su conjunto funciona de manera coherente y eficiente. Los "déficits" aparentes en una transacción bilateral se compensan a través de "superávits" generados en otras interacciones dentro de la red. El equilibrio no se manifiesta en las relaciones aisladas entre pares, sino a nivel multilateral, a través de la interconexión de todos los agentes económicos. Este es el mecanismo fundamental que permite la circulación de valor y la satisfacción de necesidades diversas en una economía basada en la especialización.
Este mecanismo de compensación multilateral encuentra un paralelo directo y a gran escala en el comercio internacional. Los países, al igual que los individuos de nuestra alegoría, tienden a especializarse en la producción de aquellos bienes y servicios en los que poseen una ventaja comparativa, es decir, en los que son relativamente más eficientes. Así, Alemania puede destacar en la fabricación de automóviles, Brasil en la producción de soja y mineral de hierro, China en manufacturas diversas y Estados Unidos en tecnología avanzada y servicios financieros.
En este contexto global, es perfectamente natural y económicamente racional que Estados Unidos importe grandes volúmenes de bienes manufacturados de China, generando un significativo déficit comercial bilateral. Simultáneamente, Estados Unidos puede exportar tecnología aeroespacial o servicios de software a Brasil, registrando un superávit bilateral con este último. China, a su vez, utiliza las divisas (predominantemente dólares estadounidenses, que funcionan como moneda de reserva global) obtenidas de sus ventas a EE. UU. para adquirir materias primas de Brasil u otros países. Brasil, con los ingresos de sus exportaciones a China y otros destinos, puede financiar la importación de maquinaria de Alemania o de tecnología estadounidense.
Se configura así una red intrincada de flujos comerciales y financieros a escala planetaria. Los desequilibrios bilaterales no son, por sí mismos, indicadores de "pérdida" o "injusticia", sino el resultado lógico de un sistema donde las transacciones no ocurren en compartimentos estancos de dos en dos. Las divisas fluyen globalmente, permitiendo que los déficits comerciales con ciertos socios se financien mediante los superávits obtenidos con otros. El foco pertinente de análisis no es la balanza comercial con cada país individual, sino la balanza comercial global de un país con el resto del mundo, y, de manera más amplia, su balanza por cuenta corriente, que incluye también los flujos de rentas y transferencias.
La insistencia en la consecución forzosa de equilibrios bilaterales, como la promovida bajo la administración Trump, adolece de severas limitaciones y puede acarrear consecuencias perjudiciales:
- Ineficiencia Económica: Obliga a los países a desviar recursos de sus áreas de mayor eficiencia para producir bienes que podrían importar a menor coste, o a comprar bienes de socios específicos aunque no sean la opción más ventajosa. Esto reduce la eficiencia productiva global y limita los beneficios derivados de la especialización.
- Restricción de la Oferta y Aumento de Precios: Limitar las importaciones de un país específico para forzar un equilibrio bilateral reduce la disponibilidad de dichos bienes para los consumidores y empresas nacionales, lo que tiende a elevar los precios y disminuir el bienestar.
- Conflictos Comerciales: La imposición de medidas unilaterales, como aranceles, para corregir déficits bilaterales suele provocar represalias por parte de los socios comerciales afectados, desencadenando guerras comerciales que perjudican a los exportadores nacionales y distorsionan aún más los flujos comerciales globales.
- Ignorancia de los Flujos de Capital: Los déficits comerciales están intrínsecamente ligados a los superávits en la cuenta de capital y financiera. Un déficit comercial agregado en EE. UU., por ejemplo, refleja que el resto del mundo está invirtiendo capital neto en la economía estadounidense (comprando activos financieros como bonos del Tesoro, acciones, o realizando inversión extranjera directa). Centrarse únicamente en el flujo de bienes y servicios ofrece una visión incompleta de las interrelaciones económicas internacionales.
En definitiva, la economía mundial funciona como un sistema interconectado y complejo, no como una suma de relaciones bilaterales aisladas. La búsqueda obsesiva de equilibrios comerciales país por país es una quimera basada en una comprensión fragmentada de la realidad económica. Resulta crucial comprender que los desequilibrios bilaterales son una característica normal y, a menudo, eficiente del comercio multilateral globalizado. La verdadera medida de la posición externa de una economía reside en su interacción con el conjunto del sistema mundial, no en la aritmética simplista de sus intercambios individuales con cada nación. Adoptar políticas basadas en la falacia del equilibrio bilateral no solo es conceptualmente erróneo, sino potencialmente dañino para la prosperidad nacional y la estabilidad del orden económico internacional.

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